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Ser diferente puede convertir a un menor de edad en una víctima de acoso. Pensar distinto, sacar mejores o peores notas, ser menos social, proceder de un país extranjero, tener otro color de piel u otra apariencia física supone correr un mayor riesgo a sufrir bullying en el colegio. 

A la hora de abordar la problemática hay que tener en cuenta que hay tres actores implicados: el agresor, la víctima y el testigo. Incluir este enfoque en los talleres de formación -tanto a profesores, como a menores y familiares- es crucial para generar conciencia sobre el asunto.

Según el último informe de ANAR, una ONG dedicada a la defensa de los menores, el 22% de los alumnos reconoce haber podido participar en un caso de acoso sin ser consciente de ello, y el 22% de los menores reconoce que ha presenciado casos de acoso sin que hiciera nada por evitarlo.

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