La abadía de Westminster, en Londres, acogió ayer el histórico y multitudinario funeral de Estado por la reina Isabel II, fallecida con 96 años tras más de siete décadas en el trono del Reino Unido. La despedida contó con más de 2.000 asistentes.
Dos minutos de silencio, el himno británico -“Dios salve al Rey”- y la música del gaitero de la reina sellaron las exequias. Tras el funeral, el féretro fue colocado en la cureña de la Marina Real y, tirado por 142 marineros, fue transportado a pie hasta el Arco de Wellington, desde donde partió en coche hasta el castillo de Windsor. Una vez allí, la procesión a pie recorrió los 5 kilómetros del Long Walk.
La familia real, encabezada por el rey Carlos III, cerró la comitiva que acompañó al ataúd por las calles de Londres, repletas de personas que dedicaron este día, declarado no laborable en Reino Unido, a despedirse de la reina. El pueblo se ha volcado totalmente con las ceremonias que se han realizado estos últimos días para mostrar sus respetos a la monarca, de hecho, se calcula que cerca de un millón de personas visitaron la capilla ardiente de Isabel II en el Palacio de Buckingham.
Los restos de la reina entraron a las 4 de la tarde hora local en la capilla de San Jorge del castillo, donde unos 800 invitados asistieron a una ceremonia religiosa oficiada por el deán de Windsor, Deivid Coney.
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