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El cantante y compositor italiano Franco Battiato ha muerto a los 76 años en su villa de Milo (Sicilia), en un paisaje de lava volcánica en la falda del Etna. Se ha ido un gran músico, un gran artista y un gran hombre. Era una persona especial. La enorme obra de Battiato es ejemplo máximo de todo lo que una canción de pop puede tener de creación artística. Además de publicar álbumes sin cesar y componer para el cine, también pintaba, además de dirigir dos películas y ser un gran aficionado al teatro. 

Nunca se prodigó en sociedad. Devoto de las raíces de la cultura italiana y de su madre, a la que ningún día dejó de recordar tras su muerte en 1994, nunca se casó, no tuvo hijos, evitó hablar de política y cultivó unas pocas pero duraderas amistades.

Sobre su salud y sobre su enfermedad solo había rumores desde que se retiró hace tres años, viviendo encerrado en su “secreto laboratorio” de Milo, en las faldas del Etna. A medio camino entre el volcán y el mar, cautivado por el perfume de los jazmines, pasaba sus días meditando, escribiendo música, leyendo…

Durante las décadas de los años 70 y 80 grabó prácticamente un álbum al año, y además compuso canciones para otros intérpretes. Toda esa producción no solo fue enorme, sino tremendamente variada y rica en referencias musicales y artísticas en general.

El fenómeno comercial en Italia saltó a Europa, y también a España, donde Franco Battiato alcanzó enormes cifras de ventas con las versiones en castellano de sus canciones más conocidas. “Centro de gravedad permanente”, “Yo quiero verte danzar”, “Nómadas” o “La estación de los amores” fueron algunos de sus grandes éxitos.

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